Trabajar con un ser vivo, sea humano o animal, implica de forma éticamente obligada cuidar del bienestar de nuestro cliente peludo. Él, está en nuestras manos, su dueño nos lo confía y es nuestro deber procurarle una estancia en nuestro salón de peluquería, lo más agradable y menos estresante posible.
Si pretendemos que las mascotas entren y salgan alegres de la peluquería es vital ponernos en su lugar. Ellos no tienen por qué saber, entender o adivinar, qué esperamos de ellos, ni el por qué los han traído a la “pelu”, en lugar de ir a jugar al parque. Es muy importante NO olvidar esto.
La relajación y la empatía
Para mí, no existen varios tipos de peluquería, concibo tan solo una, la que prioriza el confort de la mascota y su peluquero. Hablar de peluquería en positivo es discriminar y es dar por sentado que lo normal y habitual en los salones de peluquería canina es el mal trato hacia los perros, la brusquedad y la falta de empatía.
Hay un factor que va a correr siempre en nuestra contra: el tiempo. La gran mayoría tenemos la suerte de trabajar en lo que nos gusta, pero la peluquería también es nuestro sustento, y es necesario hacer rentables nuestros negocios. Aun así, una buena organización, eficiencia y mucha empatía contribuirá a que el ambiente sea relajado, a pesar del volumen de trabajo y, los animales estén tranquilos.
Como debemos tratar a nuestro cliente de 4 patas
Lo primero es no tirar de la correa cuando recogemos a nuestro cliente en recepción; debería poder entrar por su propia voluntad. Si no es el caso invitaremos al dueño a entrar con él, o lo cogeremos en brazos, si es posible.
Podemos y debemos, invertir unos minutos en “convencerle”, con palabras amables, una carantoña y/o, alguna golosina, si eso resulta de ayuda.
Uno de los aspectos que influirá más intensamente en la conducta del perro, es nuestra energía. Nuestro estado de ánimo (actitud, postura, gestos) le afectarán irremediablemente y harán de su sesión de acicalado, un momento ameno e incluso placentero, o pueden convertirlo en una situación incómoda, angustiosa y abrumadora.
Por supuesto, no tenemos la obligación de realizar una tarea de adiestradores, pero eso, no nos exime de tener ciertos conocimientos de etología e interpretar el “lenguaje” de los animales; ellos nos comunicarán cómo se sienten a través de su cuerpo y debemos conocer las señales, por su bienestar y también el nuestro.
Para mí, la cualidad que favorece a la máxima relajación en mi salón de peluquería es el silencio. Cada cual usará la mejor estrategia: hilo musical, aromaterapia, cromoterapia ambiental o sencillamente 5 minutos de parada.
Respeto por supuesto que se escuche música, siempre y cuando no sea un estilo estridente y a un volumen que pueda molestar el sensible oído de los perros. Pero si puedo escoger, trabajaré en silencio, es mi opinión personal. Es mi forma de relajarme en el trabajo y lo disfruto así. Tan solo yo, el perro y las tijeras.
Transmitimos nuestro estado anímico en cada contacto con el animal, por lo que es muy importante que el manejo, sea con movimientos seguros, a la vez que dulces, firmes pero serenos. Consiguiendo que nuestro “cliente” comprenda que no necesita estar a la defensiva, nervioso e inseguro, que puede estar relajado en su posición de seguidor, porque ya procuramos nosotros por su seguridad y bienestar, como “líderes de manada” de nuestras peluquerías.
El libro de Turid Rugaas “El lenguaje de los perros: Las señales de calma” nos puede ser útil para profundizar un poco en esta área, una lectura muy recomendable.
Otros aspectos relacionados y significativos para lograr una mejor conexión y afinidad con los aspectos más sensibles de nuestra profesión es el correcto manejo del animal, a nivel físico, nuestra higiene postural y cuidado de nuestro propio bienestar. Todos estos aspectos los trataremos en una próxima publicación.